Dentaduras postizas

En el pueblo éramos treinta ancianos abandonados y cansados de no hacer nada durante el día; por eso, acogimos la iniciativa con entusiasmo. Como el dinero era justamente lo que nos faltaba, se nos ocurrió apostar lo más precioso y vital que teníamos. Ganaba quien al final se hiciera con el mayor número de dentaduras. Fue un combate arduo y tenaz en el que perdieron muchos de los más taimados, los más desenvueltos, los más estrategas. Ahora que las tengo todas, miro con aire triunfal a mi alrededor, muerdo el pan del almuerzo en el medio de la plaza mortalmente vacía, y lamento profundamente haber perdido a todos mis contrincantes.

Publicado en “La maquina de coser palabras”, blog de Juan Yanes. 

http://jyanes.blogspot.fr/2013/03/tres-cuentos-en-el-limite-felix-terrones.html

 

 

 

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El placer de viajar

Lo que me gusta de los viajes es poder descubrir ciudades nuevas, ciudades en las cuales se habla un idioma distinto, ciudades en las cuales perderse sin mapa y sin conocer a uno solo de los rostros que se cruzan por el camino, rostros que miran sin mirar, indiferentes al extraño que posa sus ojos en ellos, justo en la mitad de un puente cualquiera, rostros de repente sorprendidos y alarmados con ese extranjero que trepa a la baranda y, sin dejarles ninguna oportunidad para reaccionar, se arroja al precipicio en esa ciudad nueva, de rostros desconocidos y con un río largo, turbulento y sinuoso como un signo de interrogación.

Publicado en “La maquina de coser palabras”, blog de Juan Yanes. 

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Cucarachas

Nadie en el edificio supo con certeza cuándo ni cómo empezaron a aparecer. Primero fueron unas cuantas que encontrábamos debajo de nuestros muebles, detrás de nuestras puertas. Después comenzaron a aparecer apenas abríamos un libro, nos deslizábamos entre las sábanas o descorríamos las cortinas por la mañana. Nos convencimos de lo terrible de nuestra situación cuando las vimos recorrer las paredes de nuestras cocinas, amontonarse en los sumideros, caminar por las piernas de nuestros niños. Ahora que todos los inquilinos estamos afuera nos encontramos con gente de otros edificios y casas que sufren del mismo problema. Discutimos airados y estupefactos lo que parece ser una plaga contra la cual no sabemos qué hacer. Alguien, una voz que nadie llega a identificar, dice que nadie se mueva de donde estamos pues van a fumigar a los malditos bichos. Mientras esperamos a que lo hagan, una nube espesa y negra se forma en lo alto, por encima de nosotros. 

Publicado en “La maquina de coser palabras”, blog de Juan Yanes. 

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