Así fue como crecimos, escuchando la historia del mítico jabalí blanco, el único animal que nadie había podido cazar, la única bestia que había salido triunfal de todos los encuentros con el destino. Habían muerto enfrentándolo el tío Giosuè, también el abuelo Francesco, e incluso nuestro padre, Vincenzo Fabbri, el mejor cazador de la comarca. Todos se fueron una mañana, al abrirse el cielo, para nunca más regresar. De ellos nadie nunca encontró el más leve rastro, la menor señal de sus cuerpos. Pronto, su presencia cedió su lugar al recuerdo, después a esa forma de muerte que es el olvido, donde se hunden la memoria con las palabras; en cambio, la imagen del jabalí blanco cobraba envergadura, se hacía cada vez más inalcanzable, como una de esas estrellas que combustionan en lo más hondo de la noche. Cuando Andrea, nuestro hermano mayor, partió en su búsqueda supimos que lo perdíamos para siempre, que lo extraviaría el secreto anhelo de cumplir lo que otro hombre, nuestro padre, nunca pudo. No nos equivocamos. Ahora que Salvatore y yo nos alistamos para cazar a la bestia, mientras la mamma nos mira sentada en su fogón, los únicos hijos que le quedamos, nos buscamos convencer de lo imposible. Sabemos que la legendaria y voraz bestia nos espera con sus fauces sangrientas, para acabar con nosotros, en lo obscuro del bosque; en medio de esa noche que, con todo, ambos hemos esperado cada día, cada año de nuestras vidas, ahora convertidas en otra cosa, todavía no sabemos qué, la verdadera batalla de la que nadie saldrá nunca indemne.

Publicado en la revista “Aurora Boreal”. http://www.auroraboreal.net/literatura/mini-relato/1744-minirrelatos-de-felix-terrones